El duelo
“Lo que importa no es lo que la vida te hace, sino lo que tú haces con lo que la vida te hace”.
EDGAR JACKSON
La pérdida, para entenderla, es útil reconocer su omnipresencia en la vida humana. En cierto modo, perdemos algo con cada paso que avanzamos en el viaje de la vida, cosas que van desde las más concreta, como las persona, lugares u objetos, hasta las más inmateriales, pero no por ello menos significativas como la juventud o los sueños e ideales que se desvanecen cuando nos enfrentamos a las duras “realidades” de la vida. Ni siquiera las transiciones más positivas están libres de la experiencia de la pérdida.
En el caso de la pérdida de un ser querido es algo que “no escogemos”. Pocas de las personas que sufren este tipo de perdidas la escogen, nos convierte en “victimas”, en supervivientes involuntarios de enfermedades, tragedias y desgracias que sin duda habríamos evitado si hubiéramos podido hacerlo.
Como modelo alternativo al de etapas (negación, ira, negociación, depresión y aceptación), podemos integrar el enfoque constructivista, esta perspectiva, se vasa en una visión de los seres humanos como constructores de significados, autores de unas narrativas que destacan los temas de la estructura argumental de sus vidas.
Introduce sistema de creencias de la cultura a la que pertenecen, los individuos construyen sus propias estructuras de significados, permeables y provisionales, que les ayudan a interpretar sus experiencias, a coordinar sus relaciones con los demás y a orientar sus acciones dirigiéndolas hacia objetivos significativos.
La muerte como acontecimiento puede validar las construcciones que orientan nuestras vidas o puede constituir una nueva experiencia a la que no podamos aplicar ninguna de nuestras construcciones.
El duelo es un proceso personal caracterizado por la idiosincrasia, intimidad e inextricabilidad de nuestra identidad.
El duelo es algo que nosotros hacemos, no es algo que se nos ha hecho.
El duelo nos da la oportunidad de reafirmar o reconstruir un mundo personal de significado que ha sido cuestionado por la pérdida.
Cada sentimiento cumple una función y debe entenderse como un indicador de los resultados de los esfuerzos que hacemos para elaborar nuestro mundo de significados tras el cuestionamiento de nuestras construcciones.
Construimos y reconstruimos nuestras identidades como supervivientes a la pérdida con los demás.
¿Cuándo pedir ayuda?
Intensos sentimientos de culpa, provocados por cosas diferentes a las que hizo o dejó de hacer en el momento de la muerte de un ser querido.
Pensamientos de suicidio que van más allá del deseo pasivo de “estar muerto” o de poder reunirse con su ser querido.
Desesperación extrema la sensación de estar “atrapado” o “ralentizado” mantenida a lo largo de varios meses de duración.
Depresión extrema; la sensación de que por mucho que lo intente nunca va a poder recuperar una vida que valga la pena.
Ira incontrolada, que hace que sus amigos y seres queridos se distancien o que lleva a “planear la venganza” de su pérdida.
Dificultades continuadas de funcionamiento que se ponen de manifiesto en su incapacidad para conservar su trabajo o realizar las tareas domésticas necesarias para la vida cotidiana.
Abuso de sustancias, confiando demasiado en las drogas o el alcohol para desterrar el dolor de la pérdida.
Ramón Jiménez Rubio.
Bibliografía:
Robert A. Neimeyer.
Aprender de la pérdida.