Hablemos de amor (4): Reenamorándonos
Charla y taller psicocorporal bioenergético.
Por Ascensión Ramirez Cagigas Psicóloga y Psicoterapeuta
JUEVES 21 DE SEPTIEMBRE A LAS 20:00 de 2017 Ateneo Andaluz, C/ Marcelo Spínola, nº 9, Dos Hermanas (Sevilla)
En esta nueva edición del ciclo de charlas coloquio “ Hablemos de amor”, hago una invitación más arriesgada que sólo el quedarse en el pensamiento y en la palabra. La propuesta es vivir el coloquio en el cuerpo y en la interacción con los demás, en concreto la apertura y permiso a explorarnos en la relación real y física, afectiva y emocional, a introducirnos en nuestras sensaciones, en sus límites, intermedios y cercanías. Hablar con la mirada, con la distancia, con el toque, con la presencia, con el calor y con la motivación de una forma nueva que se construye desde la experiencia. En definitiva, reenamorarnos.
Cualquier persona puede asistir puesto que enamorarse es una capacidad humana, y reenamorarse, como quiero transmitiros, es una capacidad consciente y palpable, en la que dejamos de sufrir por la bajada hormonal de la naturaleza cuando la costumbre se instala en una relación, también, simplemente, cuando no tenemos una relación de pareja y tememos implicarnos en alguna, quizás cuando la vida nos parece vacía y no somos capaces de disfrutar de la simpleza de poder respirar, ver, oler, saborear, tocar, intuir.
Reenamorarte es instalarte en una realidad colorida y alegre, serena y sin necesidades exigentes. Desde mi visión, es una manera de hallar la belleza y la felicidad del momento presente, sin idealizaciones ni lógicas. Es abrir el corazón y atreverte a sentir los movimientos más intensos con un buen anclaje de seguridad. Es enriquecerte y mejorar tu calidad existencial.
En esta charla taller todos participaremos activamente y nos permitiremos ejercicios corporales en relación con los demás, por lo que os pido que os vengais con ropa suelta y cómoda, además de una toalla o esterilla para la parte de suelo. También cuaderno y bolígrafo para notas.
La asistencia tiene un precio simbólico de 10 €.
Duración, hora y media.
Programa:
- Qué es reenamorarse
- La recuperación de nuestra capacidad de enamorarnos.
- Claves para vivir en-amor-a-dos
- Taller:
- Parte A: Abriéndonos a sentir y a enraizarnos a diferencia de la fantasía de disney.
- Parte B: Decir no, decir si, para individuarse y luego para unirse de veras.
- Parte final: la aceptación
En un sentido genérico el concepto de reenamoramiento se define como una vuelta al enamoramiento. Es así como casi todos lo entendemos, sin embargo a continuación voy a exponer otra formulación diferente para este término.
En las charlas anteriores hablábamos de enamorarnos como un programa de la naturaleza para conseguir la prolongación de la especie, de una manifestación bioquímica transformada en un estado alterado de consciencia.
En este discurso, no vamos a hablar de este estado inconsciente amoroso nuevamente, sino de un sentimiento consciente y profundo, una comprensión sentida en cada momento de la experiencia de en-amor-(d) arse.
Hablamos de la relación de pareja, no obstante podemos entender la palabra también como una manera de acoger la vida llena de luz y color, de sonidos y sensaciones alegres, corporales y presentes. Se puede tener una existencia más auténtica y real en estado en-amor-(d) ado y observarlo en este taller de hoy.
Otro aspecto a investigar es la reactivación del enamoramiento en la pareja que no está ya enamorada, pero se quieren, se gustan y se elijen. Por eso, los miembros del par se disponen a reenamorarse con los pies en la tierra, a seguir descubriéndose en la novedad, que siempre sucede en la evolución personal y transpersonal, y a crear con la energía conjunta una mejora de la relación continuada.
La recuperación de nuestra capacidad de enamorarnos.
Recuperar significa conseguir alcanzar lo que se ha perdido. Considero que el ser humano, hombre y mujer, tiene en su núcleo esencial el amor, el ser mamíferos sociales nos convierte en gregarios para nuestra supervivencia. Esta es la base de nuestra especie, es el vínculo, el amor que hace que podamos hacernos independientes siendo los seres más débiles de la naturaleza en nuestro nacimiento. Al nacer todos hubiéramos muerto si no nos hubiesen cuidado y alimentado, nos hubiesen abrigado y protegido, y sobre todo, si no nos hubieran mirado y se hubiesen enamorado de los bebés que fuimos.
El elixir humano es ese amor mamífero, ese enamoramiento surgido desde el primer minuto que nos permite vivir; en el budismo se llama apego y, también lo llamó así en su teoría del Apego John Bowlby y Marie Ainsworth (1973, 1979, 1980).
La leche con amor es la clave para que un niño desvalido desarrolle adecuadamente sus estructuras cerebrales de la emoción social humana, su sistema límbico.
Cuando llegamos a descubrir el interés afectivo sexual por alguien, estamos previamente programados con la imagen ideal que tenemos de lo que tiene que ser. Este ideal de amor se basa en los modelos familiares de la pareja y de la familia, que hemos tenido. Estamos reproduciendo los vínculos de amor que aprendimos desde el principio con nuestras personas básicas, nuestra madre y padre o aquéllos que cumplieron esas funciones.
La capacidad amorosa se manifiesta según nuestro vínculo primario, con la figura materna, y enseguida también conseguirnos vincular de manera secundaria. Desde esta reproducción de la manera de relacionarnos amorosamente nosotros construimos nuestra experiencia y visión del mundo.
Tener varias figuras afectivas en la primera infancia, además de la madre y el padre, hermanos, abuelos, tíos etc., hace que el niño se sienta visto y enlace de distintas maneras con la gente. Me atrevo a afirmar que en este tiempo se manifiesta la capacidad de enamorarnos, una y más veces, quizás incluso de manera poliamorosa.
En la segunda infancia y en la adolescencia, la fantasía y la idealización llenan la existencia mental en todas las culturas humanas. Lo simbólico nos caracteriza y en estas etapas esenciales se producen su mayor apogeo creativo.
En la juventud aparece con claridad el patrón de relación afectiva de pareja, que ya está estructurado según la capacidad de vincular, y los modelos parentales y generacionales que tenemos incorporados a nuestros esquemas.
Como en toda capacidad humana, enamorarse es una característica que diferencia a cada persona. También es variada la manera de enamorarse que, con frecuencia, es distinta incluso en el mismo individuo, aunque tenga elementos comunes en su manifestación.
Lo complicado puede ser entender que la naturaleza nos lanza al cumplimiento de especie desde el interés por la novedad y la curiosidad. Además, tenemos unos patrones de pareja de nuestros ancestros, mitos, leyendas, cuentos, etc., que nos encuadran para permanecer en algo que seguramente nunca hubiésemos elegido como puede ser permanecer en una pareja que está afectada por el hábito y la monotonía, por la dejadez y el automatismo. Nos volvemos androides en una relación, es decir, empezamos, cuando la bioquímica cerebral baja, con la destrucción/separación de la díada, de una manera inconsciente pero que tiene el sentido de cegarnos en la aparente comodidad que nos lleva al deseo de placer y a la evitación del dolor que defendían las corrientes hedonistas de nuestras bases grecorromanas. Esta falsa zona de confort es la que me señala la causa de la muerte del enamoramiento. Poderse ver en el desengaño y entregarse en una pelea interna y/o externa para reconocer que de nuevo es importante elegir y, a ser posible, con el periodo de reflexión correspondiente, es lo que se procura evitar con este confort neurótico, inconsciente y desenergétizado.
Avanzando en el enamoramiento, destacar que cuándo se produce el efecto de pérdida de idealización aparece una terrible frustración debida a los cambios hormonales que han sucedido, al bajar los neurotransmisores de la curiosidad y de la acción. Es entonces que aparece la rabia contra la pareja que no cumplió con la expectativa creada. La inseguridad, los celos, la envidia, las comparaciones de origen del apego se instalan durante años, a veces expresadas y, en la mayoría de ocasiones, hacia dentro de manera agresivo-pasiva.
El objetivo entonces es dar la vuelta a esta transformación degenerativa que lleva a un estado de aferramiento a lo propio olvidando lo compartido. Entonces puede tener un sentido el elaborar un plan para rescate de las sensaciones y sensibilidad de la etapa de enamoramiento, de las percepciones llenas de color y definidas en plenitud, del estado mágico sin estar embrujado, y buscarlo voluntariamente desde la práctica del modo emocional que es coincidente con la apertura del corazón, de la respiración, de las energías vitales básicas como son por ejemplo la celebración de las ganas de descubrir, de desnudarse, de entregarse, de darse y sin olvidar el seguir consciente, admirando nuestra propia cualidad amorosa que surge sin esfuerzo y que nos hacer disfrutar un mundo real lleno de matices.
En conclusión, reenamorarse es darse un permiso para vivir ampliamente, sin restricciones ni temores, poder pintar nuestra existencia y llenarla de sonidos, sabores, olores, tactos y mucha mirada atenta y presente. Y para lograr esta construcción es básico el plan y la intención y, sobre todo, poner el foco en llevar nuestra energía a alimentar, a nutrir, la relación humana de tal modo que sea curiosa, nueva y nos motive indagarla. Hacer verdadera escucha y presencia amorosa no es sencillo, expresar lo que uno es tampoco, dejar de aparentar comportarnos o mostrarnos como los demás imaginamos que esperan, es importante, y hacer de una relación afectiva un lugar rico para ser libre y dejar de controlar es una gran meta.
Se puede practicar desarrollando nuestra inteligencia emocional para volver al paraíso esencial, entrenando nuestras habilidades expresivas y ampliando el contacto piel a piel, distancia adecuada y consensuada, apoyo, límites y, sobre todo, apertura y aceptación.
Claves para vivir en-amor-a-dos.
Recuperar la mirada del otro y también así la propia, aprendiendo a distinguirla, a aprovechar la experiencia para dejar de necesitar como bebés inseguros.
Dar apoyo y permitirse recibirlo, dejarse cuidar y cuidarse a la vez.
Respeto de las distancias y los espacios, favoreciéndolos, pues así se consigue la cercanía verdadera.
Atender a la intimidad suficientemente para los dos, a veces incluso entrenar el deseo y el erotismo para aprovechar la presencia y el goce en cuánto haya ocasión.
Compartir tiempo en común y tiempo en independencia, conservando la escucha y respetando la queja, ampliando la empatía y la simpatía. Poniendo interés en siempre dar e invertir en la relación.
Trabajar activamente en sumar, y estar cada vez menos en el reproche y la expectativa o lo que es lo mismo en el restar
Acordar encuentros sexuales con preparos especiales en las dos direcciones y tener claro que el dolor de cabeza se pasa con la relación sexual sana y la apertura al placer, por tanto, ya no hay excusa. Incluso los dolores físicos se mejoran con la práctica sana de la sexualidad afectiva.
Si no hay pareja, el enamoramiento vuelve con la concentración expresa y verdadera en cada momento que favorece el sentir y, de esta manera, hasta lo más insignificante es realmente maravilloso.
La preparación de nuestro envase corporal para existir en plenitud es fundamental y en este momento vamos a traducir cada una de estas palabras e ideas en forma física, en práctica activa y en comprensión nueva con cada posición o movimiento. La experiencia frente al otro y con el otro hace descubrir la propia historia y llorarla o celebrarla. Lo seguro es que hacer no es lo mismo que pensar, sentir no es lo mismo que imaginar. Mi profesora de ballet, donde tuve la fortuna de formarme durante más de 11 años, me decía: “Si quieres bailar, piensa haciendo el movimiento”, “Marca con las piernas y con todo el cuerpo lo que quieres realizar y cómo lo sientes al ejecutar”. Con estas bases descritas, ahora exploraremos lo siguiente:
La distancia: Cercanía lejanía, relacionado con el límite, “hasta dónde puedo recibirte”, A partir de ahí se va progresando en la cercanía, Igual para la lejanía.
La mirada: Presencia real y estar pero sin mirar.
La escucha: Sentirte y sentir al otro, con ojos abiertos y cerrados en diferentes planos y posturas, de pie.
El contacto: Masaje y sexualidad, superando barreras y vergüenzas.
El apoyo: Carga y liberación. Experiencia de cargar o ser cargado y lo que viene después.
La independencia y el tiempo común; Comprender la capacidad de reenamorarse sin fundirse, sin cargar, ni ser cargado y desde ahí lanzarse a un nuevo consenso que contenga el derecho a ser uno mismo en relación, en vínculo, en confianza y en libertad.