Terapia de Pareja… ¿Para qué?
“Esto no nos pasará a nosotros”. Es lo que pensamos y decimos cuando empezamos a disfrutar de una relación de pareja y las expectativas de futuro son infinitas. Los proyectos fluyen, la sexualidad es satisfactoria, la comunicación parece surgir espontáneamente y el día a día se vive en armonía.
Dos personas, dos historias diferentes se unen para crear un nuevo mundo, el de la pareja. Esta unidad tiene sus procesos, sus crecimientos, sus logros, sus conflictos y sus crisis. La idea de la estabilidad como una forma de vida siempre plana y lineal es tan irreal como la imagen de una estatua a la que se intenta inyectar adrenalina para darle algún toque de vitalidad.
En realidad, la estabilidad es otra cosa, afortunadamente, mucho más móvil y arriesgada que la seguridad del “para siempre”. Una pareja viva se compone de dos personas también vivas y esto, de entrada, supone conflicto en diferentes momentos de la vida en común. Ante el conflicto existen diversas posibilidades de abordaje, que van desde la negación -en sus diferentes presentaciones- hasta el afrontamiento, también con diversidad de opciones para la resolución.
En el terreno del afrontamiento se encuentra la terapia de pareja. Más que una solución en sí misma, la terapia de pareja es un vehículo para encaminar el conflicto hacia una salida constructiva y protectora de las dos personas y de la propia relación. Es una oportunidad para ver lo que resulta invisible en la cotidianidad de las tareas diarias, del cuidado de los hijos, del trabajo, de la hipoteca, del paro, de las familias y otras relaciones, de la gestión diferente de las emociones, etc. Es un espacio neutral, en el que las dos personas tienen su voz y su lugar para encontrar medios de expresión que les ayuden a comprender la problemática que les impide avanzar.
Pero avanzar también supone un riesgo. Este es el motivo por el que, a veces, uno o los dos protagonistas de la historia prefieren mantenerse alejados/as de cualquier posibilidad de cambio. Avanzar quiere decir ver, entender y, sobre todo, comprometerse con la resolución del conflicto. Porque la terapia de pareja no tiene la función de arreglar desde fuera lo que sólo se puede resolver desde dentro. Un terapeuta no puede -ni debe- tomar partido en una situación que pertenece a dos personas adultas, en el ejercicio de su libertad. Lo que sí puede -y debe-, es acompañar, guiar, devolver y proponer, con herramientas psicológicas validadas, verbales y no verbales, todos los recursos que estén al alcance para que la pareja obtenga o recupere su capacidad de elegir formas nuevas de relación en función de sus necesidades actuales.
Y ahí encontramos otra de las claves de la terapia de pareja: las necesidades actuales. Sucede a menudo que en una buena pareja, en la que permanece vigente el motivo que la hizo posible, se encuentren desactualizadas las necesidades que los cambios vitales exigen. El paso del tiempo y las situaciones que le acompañan dirigen el barco hacia puertos a veces inesperados y es muy frecuente que haya que enfrentarse a momentos para los cuales no se estaba preparado. Los cambios de ciudad, la llegada de los hijos y años después su salida, las transformaciones internas y externas propias de la edad, el establecimiento de segundas o terceras uniones con todo lo que implica, las crisis vitales individuales o los duelos personales, vienen acompañados de diferentes motivaciones, exigencias y capacidades. Cuando se pretenden mantener las antiguas coordenadas, es lógico que exista un desajuste, por lo cual hará falta un replanteamiento, con el fin de flexibilizar y actualizar las condiciones que permitirán una mejor calidad de vida emocional.
Antes de dar por perdida una relación de pareja, más por desconocimiento que por el deseo de romperla, se puede dar un tiempo para conjugar las diferencias caracteriales individuales, la realidad con la ilusión, el pasado con el presente.
Hay bastantes alternativas y la terapia de pareja es una de ellas. No es obligatoria pero sí puede ser, en algunos casos, fundamental para una resolución adecuada de los conflictos. No garantiza la permanencia -pues esta no depende de una terapia-, pero sí facilita una resolución saludable. No es la finalidad, pero sí tiene mucho que ver con el proceso de crecer en compañía. No salva a nadie de nada, pero sí ayuda a comprender, a definir, a prevenir.
La relación de pareja es una de las experiencias humanas más completas y enriquecedoras para el autoconocimiento y para la práctica de la íntima convivencia con otra persona, necesaria y afortunadamente diferente. Es un constante proceso de cambio en medio de la inevitable incertidumbre que, así como la vida misma, nos impulsa a descubrir sus entresijos. La terapia de pareja es un buen resguardo temporal, que permite acompañar, replantear, actualizar, romper o recrear y, en todo caso, proteger y cuidar lo que tanto valor tiene en la vida afectiva: la capacidad de amar, aquí y ahora, dejando atrás lo que no funciona, aceptando lo que limita, dando pasos hacia encuentros amorosos profundos, satisfactorios y consecuentes con las posibilidades humanas.
Autora: María Clara Ruiz | http://mariaclararuiz.com