Haciendo terapia en pareja
Realizar terapia de pareja, en pareja, supone un gran paso en la evolución de dos personas que desean seguir permaneciendo en una relación afectiva, se proponen que ésta permanezca, y puedan resolverse aspectos de la convivencia o, simplemente, de las tendencias a determinados comportamientos activos o reactivos de los miembros que la componen.
Hacer terapia es un proceso de aprendizaje y expresión de sentimientos tanto positivos como negativos. La pareja llega a un punto de pérdida de conexión que requiere de alguien que escuche sus demandas, reivindicaciones, y que las transmita en un lenguaje que llegue al otro. Esa es la función humana y profesional del o de la terapeuta de pareja, estar, señalar, captar, devolver lo que observa continuamente y, en especial, lo que suelen indicar los patrones viciados en la relación que pide ayuda.
Tal como percibo la petición de ayuda, es esa escucha atenta y neutral, sensible para guardar el centro en los desacuerdos y subrayar las coincidencias cuando las haya. La presencia moderadora, abierta, sin juicio del o de la terapeuta permite encontrar fórmulas para propiciar unos funcionamientos nuevos en la interacción, adquirir unas habilidades, que puede que se desconozcan, y ver su funcionamiento, sus efectos.
Mi propuesta profesional suele ir encaminada siempre a que la terapia no se quede solo en el trabajo de la terapia de pareja, sino que suelo invitar a que cada uno pueda mirarse en sí mismo en su propia dificultad o carencia y deje de exigir al otro que la resuelva o la llene. Así, considero que la terapia individual de cada integrante de la pareja es muy importante, por lo que ofrezco la posibilidad de terapia de pareja alterna con individual de cada partenaire semanalmente.
Hay un estudio previo en las primeras sesiones de la conexión energética que existe en la pareja, a través del lenguaje del cuerpo, donde las palabras van a ser pocas, o esa es la idea que es acallar la mente de las diferencias, de los rencores, de los resentimientos y ver si el vínculo está vivo, quién carga más sobre el otro, quien necesita más, quién requiere más espacio, etc.
Después, cerrar con algunas palabras evita entrar en comentarios hirientes que nunca salen en pareja, solo delante del terapeuta. Crear un espacio de seguridad para la pareja es fundamental y que sea en este espacio terapéutico es básico. Hacer posible que la pareja pueda igualarse, aceptarse, transformar la queja en comprensión, compasión y deseo es el objetivo que irá realizando.
Rendirse a la comprensión del propio sufrimiento y aceptar que el otro no es quién lo causa, habitualmente, sino que es uno mismo con el carácter superviviente y endurecido el que impide entrar en las vulnerabilidades. Si estas fragilidades se encuentran, con frecuencia se culpa o se responsabiliza a la pareja. Vivir con los vacios y silencios, las idas y venidas, respetando profundamente la libertad personal, hace poder, definitivamente, entender aceptando al compañero o a la compañera.
Renunciar a devolver el daño que uno cree que el otro le infringe, es tomarlo y transformarlo en un tipo de vínculo donde cada uno aporta lo que desea, o se siente capaz, e incluso en tiempos determinados, rendirse al no aporte del otro siempre que haya conciencia de ese proceso.
Ni la aceptación ni la renuncia significan que haya que someterse, ni que resignarse, sino que es un camino a explorar con uno mismo, para liberar la permanente petición al otro, como si fuera nuestra madre o padre, reproduciendo etapas de la vida inconclusas de cada uno. La pareja no puede ser madre, padre, ni ninguna otra cosa que igual ante un igual. Las desigualdades, tan pronto aparecen, indican de nuevo el problema de la personalidad falsa sobre el ser auténtico que somos.
En resumen, es un trabajo de transformación y evolución profunda que os hará más libres.
Ascensión Ramírez Cagigas, Psicóloga y Psicoterapeuta, septiembre 2016